Hubo un tiempo en que en este país y en esta provincia la libertad era un transistor. Fue después de aquellos formidables aparatos forrados de madera por donde, en todo caso, se colaban los alegatos de La Pirenaica o los informativos en español de la BBC a través de Radio Gibraltar.
Cuando menguó el tamaño de los receptores y el de las mordazas de la dictadura, llegaron ellos: a caballo entre los 60 y los 70, una generación de pobrecitos habladores participó en la forja de la democracia en nuestro país. Y el pasado viernes, la provincia rendió homenaje a dos de ellos.
El pasado viernes, en Jerez, Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía, asistió a la rotulación de una calle dedicada a título póstumo al periodista Manuel Yélamo Crespillo, «en memoria y reconocimiento a la importante labor profesional y social que desarrolló en la ciudad», desde Radio Jerez o Radio 16 y antes de sustituir como director de Radio Algeciras de la Cadena Ser a su medio paisano Carlos Vergara, también malogrado.
Éste, a su vez, había llegado a esa última emisora tras el fecundo trabajo em-prendido en ella entre 1966 y 1983 por Sergio González Otal, actual director de Relaciones Corporativas e Institucionales, a quien se le ha entregado la Medalla al Trabajo concedida por el Gobierno de la Nación, en un acto que presidió el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba en los salones del Hotel Cristina de Algeciras, poco antes de repetir la ceremonia en Cádiz con otro profesional de los medios, el entrañable Ildefonso Marqués Perales.
Ambos, Yélamo y González Otal escribieron en el aire algunas de las páginas más brillantes de la comunicación en el sur, propiciando una peligrosa epidemia de libertad de la que también participaron numerosos micrófonos de la capital gaditana en tiempos en donde era obligatorio conectar con Radio Nacional para emitir el parte radiofónico permitido, vigilado y censurado por el franquismo.
Sin embargo, en aquellos días de radio y de esperanza, las ventanas de la comunicación local se abrían a nuevos vientos que oreaban el desván del poder absoluto: en Cádiz capital, todavía se recuerda por ejemplo el pulso que se llegaba a mantener con el ayuntamiento todavía no democrático por algunos profesionales de Radio Juventud, como fuese Francisco Hernández Ayepuz. El viaje de la libertad no acaba nunca y el de la radio tampoco: la emisora decana de Cádiz cambió su sede de José del Toro al Paseo Marítimo, mientras fueron apareciendo otras empresas dispuestas a compartir el territorio hertziano para hacer posible que las palabras no sólo las cargue el diablo del miedo.
De Radio Nacional de España a la extinta Radio Cadena, de las clausuradas Antena 3 o Radio Minuto a la joven Punto Radio o las ya tradicionales Onda Cero y COPE, la provincia gaditana sigue con fidelidad oído al parche, en gran parte gracias a un largo cupo de trabajadores a los que resulta difícil encuadrar estrictamente bajo el paraguas de la palabra periodismo.
Desde actores radiofónicos a cantantes de jingles, publicitarios agresivos, reporteros de maganzines, intrépidos rapsodas de un partido de fútbol o directivos de la talla de Manuel Yélamo o de Sergio González Otal. El primero nació en Ecija y fue un comunicador total; el segundo en Barcelona y, desde Madrid, sigue teniendo clara la visión de la jugada radiofónica y reparte juego como buen centrocampista. Pero eligieron el sur o el sur les eligió a ellos para que, entre todos los demócratas, pudiéramos retransmitir el retorno de La Pepa a este país de todos los demonios. Con ellos se acabó el tiempo de silencio.
Fuente: La Voz Digital, España
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