Es la tercera emisora comunitaria creada por el Movimiento Campesino de la provincia para defender el derecho a la posesión de la tierra.
La ayuda porteña. Y la curiosidad de los europeos por el proyecto.
Es de noche y el Tucumano está allá arriba, colgado en la punta de una antena de 42 metros clavada en el monte santiagueño. No hay Luna, así que todo depende de su linterna y de su equilibrio. Abajo, varias personas se apretujan en un estudio y esperan con ansiedad contenida que la maquinaria de cables y botones funcione.“¿Y? ¿Anda?” “No, todavía no.” El Tucumano, que ahora está en tierra firme sugiere que cambien unos cables. “¿Y ahora?” “¡Anda!” Al micrófono, Margarita, de 17 años, transmite: “Muy buenas noches, aquí estamos en el paraje Las Lomitas, en una de las radios del Mocase Vía Campesina. Es la primera vez que salimos al aire, nos llamamos Paj Sachama, que significa vuelo del monte, y estamos funcionando con energía solar”. Aplausos, abrazos y Charly García de fondo que canta: “Alguien en el mundo piensa en mí”.
Una escena similar se repitió en abril de 2003 cuando se inauguró en Quimilí la primera radio comunitaria del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase), instalada con la ayuda de los fundadores de la FM porteña La Tribu. Ernesto Lamas –uno de ellos– lo va a recordar rumbo a Las Lomitas: “Hace ocho años llegó a La Tribu un documento del Mocase en el que hacían una feroz autocrítica por no saber cómo comunicar lo que hacían, y una alternativa era armar una radio”. A principios de 2000 miembros del Mocase se reunieron con directivos de La Tribu, y después de superar algunas desconfianzas (llegaron a preguntarnos: “¿Pero ustedes no nos quieren usar, no?”, dice Lamas), el proyecto –que consiguió financiación de municipalidades andaluzas– derivó en la instalación de cinco radios. Tres ya están funcionando y son operadas, en algunos casos, por campesinos que aprendieron a leer y escribir empujados por las ganas de salir al aire. Entre ellas está la flamante Paj Sachama, allí donde la electricidad no llega pero el sol sí: es la primera radio comunitaria a energía solar en la Argentina.
TIERRA MODELO. El Mocase –hoy dividido en tres ramas– nació en 1990 ante una necesidad de los campesinos santiagueños de organizarse para defender sus tierras frente a poseedores de títulos fraguados. La rama del Mocase más numerosa es la alineada con la Vía Campesina, agrupa a unas nueve mil familias, no se organiza de manera jerárquica y promueve, además de la defensa de la tierra amparados en la posesión veinteñal, la independencia económica basada en el concepto de soberanía alimentaria: autoabastecerse.
La central de Quimilí, a 200 km al noreste de la capital provincial, es una muestra modelo de la dinámica del movimiento. Tan modelo que del Primer Mundo se vienen al culo del mundo para verla. Como este grupo de 30 españoles de Ingenieros sin Fronteras que se asombran por la fábrica de queso que se alimenta con energía solar, por la escuela de agroecología, por el proyecto de biogás con suero y bosta de chancho. Y no es moda ecológica para los campesinos no usar pesticidas ni semillas modificadas: siempre fue así. De ahí que para ellos el triunfo de la soja en el “conflicto del campo”, signifique más contaminación con glifosato (el herbicida usado para la soja prohibido en casi todo el mundo) y la pérdida de variedad de cultivos.
MONTE ADENTRO. Para llegar a Las Lomitas desde Buenos Aires hay que hacer 950 kilómetros al Norte, hasta Quimilí. Mientras se atraviesa Santiago del Estero, uno imagina que esos campos de sospechoso verde antes eran puro monte: la soja borró el desierto, pero también sus árboles achaparrados. Hace tiempo que el paisaje es otro. Desde Quimilí, el itinerario indica otros 400 kilómetros hacia el límite con Tucumán, hasta llegar a la boca del monte que todavía resiste: en San José del Boquerón se abre una huella arenosa que lleva a Las Lomitas y que con cada vuelta de neumático, se eriza en remolinos de polvo blanco.
La central del Mocase de Las Lomitas reúne a 110 familias que viven desperdigadas en unos 70 kilómetros cuadrados. Allí elaboran zapallo y zanahoria en almíbar y envasan miel. Cada quince días, se reúnen para decidir temas del movimiento, muchas veces ligados a amenazas de desalojo o a los ataques que, según consta en denuncias hechas ante Naciones Unidas, reciben de grupos paramilitares.
Pero hoy todo es distinto. Los esfuerzos están puestos en la primera transmisión de Paj Sachama. Cacho se apura a lavar los paneles solares y explica: “Una vez que la batería cargó, alcanza para cinco días. Es un sistema caro de instalar, pero después no tiene casi costo”. Cacho hizo un curso en energías alternativas y también tuvo su programa en la radio Del Monte, en Quimilí. “Lo interesante de esta radio en Las Lomitas es que le vamos a llevar información a la gente que de otro modo no se entera. Y sabemos que si estamos informados podemos defendernos.” A pocos metros, en su rancho, está Ramón. Troza un cabrito –uno de los 200 que nacieron hace poco– para el festejo de la noche y con cada hachazo del cuchillo, desafía sus setenta años: “Mi padre vivió hasta los 110. Nosotros nos curamos con las hierbas del monte, somos indígenas lule-vilela”. Ramón, que participó de varios congresos del MST en Brasil, habla con conciencia de posesión mutua: él pertenece a este lugar, por eso este lugar le pertenece.
“Pero hay muchos que no lo entienden todavía.” El que lo dice es Juan, uno de los locutores que estará a cargo de un programa de la FM de Las Lomitas. “La idea es juntar compañeros a través de la radio, si estamos solos no hacemos nada. Hace dos semanas aparecieron unos tipos en Corral Quemado que reclamaban 600 hectáreas. Nosotros los corrimos porque tenemos en claro que poseemos la tierra, y que si estos tipos vienen y plantan soja, nos matan todo y nos dejan en la miseria.”
Juan va a repetir esto cuando tenga su programa al aire. Pero ahora, frente al micrófono de la Paj Sachama, ya se formó cola: todos quieren hablar, mandar saludos, dedicar un chamamé. “Para ellos la radio es una herramienta política y para nosotros es esa magia que se genera entre personas que unas horas antes sólo tenían la idea rebelde de ocupar un espacio y que ahora pueden gestionar un medio propio sin depender de nadie”, dice Lamas antes de subirse al móvil de La Tribu, ese que a fin de año va a volver al polvo santiagueño para concretar la cuarta FM del Mocase, en el pueblo de Pinto.
Fuente: Diario Crítica de la Argentina
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