domingo, 21 de julio de 2013

Las ondas del exilio, Radio Euzkadi Irratia, la txalupa

EL exilio vasco del 37 estuvo repleto de sonidos y letras. La inmerecida derrota militar les obligó a dirimir su causa libertaria ante una Europa amedrentada ante los avances de Hitler y utilizaron hábilmente las redes de comunicación social de su momento, aventando que la radio, un nuevo fenómeno, habría de ser esencial. La primera Radio Euzkadi funcionó en Bilbao en 1936, creada por el gobierno del lehendakari Aguirre, quien inauguró su mensaje de Gabon en aquel primer invierno de nuestra guerra, alentando al pueblo vasco a resistir, con el optimismo del que hizo gala en todos los años que habrían de sobrevenir, alertando a Europa de la maldad de la rebelión franquista y su adherencia al régimen fascista de Hitler. Y a los vascos a su derecho a la libertad.
Después funcionó en Francia una radio clandestina, en su opción enlace-radio que maniobraba desde cualquier sitio con batería de acumuladores. Su central operaba en Villa Briseis, cercana a Baiona. Sus objetivos, trazados entre otros por Manuel Irujo, fueron los de informar de la realidad del panorama de la Euskadi peninsular, propagar el euskara y fomentar la lucha contra el totalitarismo soviético. La misión competía a un amplio equipo de informadores, redactores y locutores. Encontramos, entre otros, la figura del comandante de gudaris, Joseba Rezola, y al joven José Joaquín Azurza, políglota y de formada profesionalidad en sus años de adolescente en una colonia de niños vascos en Bélgica. Esa radio calló en 1952, con la Guerra Fría.
Los vascos de América tomaron el relevo. Ya se habían hecho incursiones en las radios locales de Argentina, Uruguay y Venezuela. En Caracas, en una radio local, Crono Radar, los vascos consiguieron una hora dominical titulada Euzko Deya, la voz de los vascos en Venezuela. Pero se quería más que eso. Y llegó a Venezuela Jokin In-tza, un líder nato que, seleccionando a varios jóvenes de Eusko Etxea, logró crear el complejo entramado y el fenómeno de Radio Euzkadi Irratia. La txalupa.
Durante años, cosa admirable, se creyó que estaba a bordo de una txalupa, con rumbos inciertos por los mares del mundo
Se alquiló un apartamento en Caracas, en La Sierra, para confeccionar y redactar los 'talos' o discos de grabación
El Gobierno de Venezuela, en 1957, en una revolución democrática sin precedentes, puso interés manifiesto en los medios de comunicación, en la apertura de archivos y bibliotecas, en la imposición de una universitaria gratuita en su ciclo nocturno, ayudó a su colonia vasca a detener los avances de la vigilante embajada de España que sospechó, desde el primer momento, que la sede de esa radio clandestina operaba en territorio venezolano.
Era cierto. A pocos kilómetros de Caracas, en una vieja hacienda abandonada, al borde de una laguna, se levantaron las torres de la nueva radio de los vascos, aunque su ubicación era un secreto, aun para los socios del Centro Vasco. Solo lo conocían algunas personas claves, vascas y venezolanas. Al empezar a funcionar y durante años, cosa admirable, se creyó que estaba a bordo de una txalupa, con rumbos inciertos por los mares del mundo, apuntando al Índico como principal derrotero. Nadie supo y en mucho tiempo, que cinco jóvenes del Centro, criados en el mismo, estaban en esa tarea ingente de difusión libertaria. El núcleo original lo formó su director, Jokin Intza, Xabier Leizaola y Joseba Elosegi, ambos inmersos en el mundo de la prensa venezolana, José Joaquín Azurza, especialista en telecomunicaciones, Pello Irujo e Iñaki Anasagasti, los jóvenes del grupo que, por mucho tiempo, permaneció blindado. Al crecer la importancia de la radio y asegurada la fiabilidad del proyecto, se permitió la adhesión de gente del Centro. Por entonces, ya hizo falta un guardián para la selvática instalación y un acompañante para distraerle la soledad.
Las tareas que acometió el grupo inicial, denominado Grupo EGI Caracas, fue desbrozar el terreno y montar las torres de transmisión, compradas de segunda mano a una petrolera. Tras esto, bajo las órdenes de Azurza, se hizo funcionar el complejo aparato que debía no solo esquivar los reconocimientos de su situación en Venezuela, sino llegar, a través de los ocho mil kilómetros, a tierra vasca. Se trataba de expandir el euskara, de informar, de convocar… Los Aberri Eguna de la década de los 60 fueron tarea de la txalupa.
Hizo falta financiación. Se organizaron faenas recaudatorias: venta de medallas, llaveros, lotería, una película, Los Hijos de Gernika, realizada por ellos mismos, traducción de libros como El Árbol de Gernika de George Steer, en su primera edición al castellano… se alquiló un apartamento en Caracas, en el edificio La Sierra, para confeccionar y redactar los talos o discos de grabación, y llevarlos a la hacienda para su transmisión. Recuerdo la emoción que sentíamos, cuando pude acompañar a Pello instalar el talo para luego mirar el cielo. Imaginábamos el mensaje libertario viajando, cual paloma mensajera, por el firmamento azul de Venezuela, salvar las turbulencias atlánticas y llegando a la tierra de nuestros padres exiliados, con su recado de esperanza, en medio de la negra noche franquista. Y recuerdo a Manuel de Irujo, octogenario, leyendo sus artículos para Radio Euzkadi en el estudio de grabación del edificio La Sierra. Su voz era joven y su lucha reivindicativa estaba en manos jóvenes, como una antorcha olímpica pasada de mano en mano por la causa de Euskadi.
Fuente: Deia, España

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