domingo, 27 de julio de 2008

Las radios comunitarias y su karma político

Venezuela experimenta desde el 2002 el despegue de la comunicación alternativa, sin embargo las condiciones del parto no fueron las mejores, hoy vemos las consecuencias

Antonio Valdez Zurita (Pasante UBA)
Muchos son los epítetos que ha de recibir la comunicación alternativa, sin importar la naturaleza del medio difusor, ya sea a través de las ondas hertzianas o sobre la plataforma informática. En Venezuela los nuevos modelos de comunicación llevan el estandarte de la radio, el medio de comunicación más versátil y resistente al tiempo. Y es que desde 2002, para contrarrestar el efecto de los medios privados tradicionales, el Estado venezolano ha invertido más de 4 mil millardos de bolívares en las nuevas redes populares de comunicación, asentando el grueso de esa inversión en la radiodifusión.

Ahora bien, esas emisoras comunitarias, populares o alternativas, como se les quiera llamar, inherentes a las condiciones de su nacimiento han de ser portadoras de nuevas propuestas, estilos, contenidos, formatos, e incluso, nuevos lenguajes y concepciones estéticas, todo gestionado hacia el servicio de las necesidades sociales y comunales.

Esa radio alternativa, muchas veces de poca cobertura y de baja potencia, que se les adjetiva de culturales, participativas, rurales, educativas, barriales, inclusive piratas, como las partisanas de las recordadas resistencias francesas e italianas en plena segunda guerra mundial, o como las famosas truchas en la sureña República Argentina, ya sean ilegales, clandestinas o revolucionarias, todas tienen su razón de ser en el desequilibrio, en la injusticia, en el desbalance de las cargas informativas, y la gran mayoría ha visto su apertura desde el plano de la lucha por la tierra, el respeto de los derechos laborales, la defensa de refugiados y desplazados ante la persecución política, el resguardo del medio ambiente y por supuesto, la custodia de las democracias.

En Venezuela, las radios comunitarias recibieron la influencia de muchos factores, y el político fue y es hasta ahora, el que más ha pesado.

EL HOY

La experiencia de la comunicación alternativa y comunitaria en Latinoamérica no es nueva, países como Argentina, Chile, Colombia y Brasil, ya tienen décadas desarrollando propuestas de comunicación no convencional, partiendo de la base del servicio público y formando toda la plataforma comunicacional alternativa. Si bien es cierto que en Venezuela se intentaron efímeros intentos en la décadas de los setenta, en pequeños pueblos y caseríos, la fuerza de la intención no fue del todo efectiva, y precisamente desde finales de esa década y en plena década de los ochenta, muchos sectores de la sociedad civil organizada de entonces, entre ellos, la iglesia, organizaciones no gubernamentales, actores políticos y culturales en general, manifestaron la necesidad de redireccionar el papel de los medios de comunicación, radio y tv específicamente, sus mensajes, contenidos y formas. Sin embargo, no fue sino hasta 2002, cuando se replanteó la política pública comunicacional del Estado venezolano.

Para abril del presente año, la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), publicó el listado de emisoras comunitarias perfectamente habilitadas en todo el país, 229 para ser más específicos, sólo 15 en el Estado Bolívar, sin embargo ya para 2006 se hablaba de la existencia de entre 266 a 400 emisoras comunitarias operativas, muchas de ellas en ese entonces, en fases de operación y prueba, en espera de la habilitación.

También para 2006, comunicados de Conatel aseguraban la operatividad de un aproximado de 3.000 emisoras comunitarias operando ilegalmente, aunque el organismo estaría procesando 1.300 solicitudes de legitimación. Por cierto, ante esa realidad, en marzo 2008 se cerraron 6 emisoras en Lara, y la directora de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, Elda Rodríguez, hablaba de la “la necesidad de regularizar totalmente el uso del espectro radioeléctrico”.

Esta información la confirmó la Directora Nacional de Conatel, Elda Rodríguez,

“Acusadas de rojas rojitas o alabadas por sus servicios a la comunidad, las emisoras comunitarias han proliferado en el país (…) Ello, como parte de la política de democratización del espectro radioeléctrico, instrumentada por el gobierno nacional, cuyo auge se maximizó luego de los sucesos del 11 de abril. En ese momento, emisoras comunitarias como Radio Perola y Catia TV informaron lo que ocurría. Alabadas por unos, criticadas por otros, están allí con sus mensajes” así se publicaba en noviembre de 2007 en un trabajo especial del diario Últimas Noticias. Y es que buena para muchos, más de lo mismo para otro tanto, la fundación de nuevas redes comunicacionales comunitarias, también es parte de la comidilla de la polarización política nacional, aun cuando representa un mar de potencialidades para el desarrollo social.

EL ORIGEN

Se define entonces la aparición de las radios y televisoras comunitarias como una alternativa a la comunicación tradicional, liderada por los medios comerciales privados, y sobre los cuales se provocaría un supuesto proceso de democratización de los medios. Francisco Gutiérrez, director de la Escuela de Educación de la Universidad Nacional de Costa Rica señalaba que “América Latina es un continente profundamente estratificado, donde las élites del poder económico y político se valen de los medios de información colectiva para ejercer y mantener un fuerte control social” y que según él, esos medios masivos en manos de los grupos hegemónicos cumplen funciones ideológicas y político-sociales bien definidas.

Para contrarrestar el efecto de tal dominación, que posiblemente llegó a su máxima expresión en Venezuela en abril de 2002, Gutiérrez señala la importancia de la comunicación alternativa, y más puntualmente, las radios comunitarias, no comerciales, no del Estado. “Los medios que buscan ante todo, sacar a los receptores de su pasividad y manipulación, donde debe pasar de consumidor pasivo a receptor crítico y creativo, son las redes alternativas, no sólo de producción y diseminación de información, sino también de procesos de intercambio y participación” afirma Gutiérrez, quien advierte de los beneficios pero también del peligro cuando dice “las dificultades son más de índole política que tecnológica. Los adelantos extraordinarios de las nuevas tecnologías hacen posible hoy la creación de auténticas redes de comunicación alternativa. El problema no está, por lo tanto, en lo meramente tecnológico, sino en el uso político que se haga de las nuevas tecnologías. Y es allí precisamente desde donde se genera el gran debate.

Los medios de comunicación privados y la oposición política venezolana sostienen con vehemencia el carácter político (izquierdista, socialista, chavista, oficialista) de las televisoras y radios comunitarias. Mientras que los actores y beneficiaros de la comunicación alternativa manejan respuestas como las de Obel Mejías, operador de una radio comunitaria, cuando dice que habla de los reiterados cuestionamientos a su independencia política, “la aparición de las comunitarias contribuye a llenar un vacío, y no representan una amenaza para la red de emisoras comerciales, porque las primeras deben dedicarse a atender los problemas y necesidades de las comunidades, a realzar sus valores y orientar para la búsqueda de soluciones (…) Y aunque todas reconocen sus simpatías con el actual gobierno, aseguran que no son ciegos ni sordos y que si hay hacer críticas se hacen”.

EL PARTO SEGÚN:

Gabriela González Fuentes, investigadora, documentalista y comunicadora venezolana, en una conferencia acerca de los dos años del golpe de Estado en Venezuela y el papel de los medios de comunicación, donde también participaron los periodistas Miguel Ferrari y Pascual Calicchio, hizo referencia de algunos fragmentos de su investigación, en la que habla del nacimiento de la comunicación alternativa en nuestro país: “Hay muchos paradigmas que nos enseñaron, pero que no funcionan así, entre esos que, no siempre la policía es la que nos cuida, no siempre los gobiernos son los que velan por nuestros intereses y no siempre son los medios los que nos cuentan la verdad (…) En Venezuela la relación de la gente con los medios venía desgastada, pero en el momento del golpe de Estado hay una ruptura total de la gente con estos y cuando los medios informan que Chávez renunció, todo el mundo salió a la calle, y la única certeza que tenían era si la televisión lo dice es mentira, debe estar pasando otra cosa y debemos salir a ver qué es lo que pasa” (…) En esa ruptura se fortaleció profundamente lo que nosotros veníamos trabajando que era la creación de los medios comunitarios, libres y alternativos y es que todas las constituciones dicen que tenemos derecho a una comunicación veraz y a comunicarnos libremente ¿cómo lo hacemos sino no tenemos los medios? Entonces, el Estado dijo necesitamos crear el espacio para la figura de la propiedad social del medio, donde la gente tenga la posibilidad de hacer un medio de comunicación propio”.

Fuente: El Diario de Guayana, Venezuela

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