El gobierno kirchnerista sigue avanzando en la construcción de un megaholding de medios oficialistas
COMO los teros, que cantan en un lugar para despistar y luego se van a otro para poner los huevos, el Gobierno despotrica contra un supuesto "periodismo hegemónico", del cual se victimiza sin pausas, al tiempo que en realidad avanza de manera implacable en su afán de contar con un megaholding propio de medios afines cada vez más gigantesco.
Son muchos los ejemplos en materia de publicaciones, diarios, revistas, programas y señales de TV abierta y de cable puestos al servicio del kirchnerismo, sin olvidar la intensa actividad desplegada a su favor en redes sociales, pero es en la radiofonía donde se expresa en forma más notoria y virulenta la obsesión por disciplinar los contenidos. La pauta oficial, escatimada a los medios de mayor circulación por sus críticas al Gobierno, es volcada generosamente como principal sostén de estas dóciles usinas propagandísticas.
Los tentáculos oficiales se han extendido de tal forma en el éter que una gran proporción de estaciones responde al libreto oficial, todo en el contexto de una preocupante, creciente y nada casual informalidad del espectro.
La Asociación de Radiodifusoras Privadas Argentinas (ARPA) ha alertado recientemente sobre esta inquietante situación al hacer notar que existen más de doce mil radios, de las cuales calculan que más de siete mil operan como señales clandestinas, cuyas interferencias suelen tapar o dificultar la audición de más del 30 por ciento del área primaria de servicio de las radios con licencias y papeles en regla.
Es evidente que la inacción oficial ampara por alguna razón esa informalidad no castigada, cuyos efectos negativos se multiplican en huestes de "okupas" radiales que acceden así a los privilegios de la masividad, al apropiarse de hecho de frecuencias sin haber sorteado concurso alguno, en abierta contradicción con lo que señala la propia ley de medios, en sus artículos 116 y 117. Se presume que el comportamiento tan contemplativo de quienes, en cambio, deberían ejercer sin equívocos acciones correctivas tendientes a evitar que se propague tan nocivo proceder se debe a que cuentan con el favor o, al menos, la neutralidad de los nuevos e improvisados broadcasters.
Hace unos días, el diario Clarín publicó una investigación que revelaba que el Ministerio de Desarrollo Social había levantado en todo el país un mapa de casi quinientos medios, a los que se catalogaba curiosamente según su grado de cercanía o de enemistad con el Gobierno. De acuerdo con ese relevamiento, el 96 por ciento de los medios que figuraban en esa lista -el sitio de Internet que lo mostraba fue levantado cuando tomó estado público- simpatizaba con el Gobierno, y de ese total, el 84 por ciento eran radios. Según dicho mapa, el esfuerzo por unificar el discurso según el gusto oficial se concentra muy especialmente en las provincias más importantes (Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe); es también significativo en Cuyo, el noroeste y el nordeste del país, y el fenómeno se expresa, asimismo, en la Patagonia, aunque con menor intensidad.
El centro de esta batalla, por cierto, se da en la Capital Federal, donde se libran los combates más duros para imponer el sentido de los relatos mediáticos. No sólo Radio Nacional y su vasta red de filiales -cuya nómina de personal no ha dejado de aumentar en los últimos años y recibe sueldos bastante más altos que los de la media del sector- abandonaron su histórica sobriedad para volcarse con mayor fuerza hacia un periodismo más militante, sino que coronan sus esfuerzos emisoras en manos de empresarios amigos del poder y entidades afines. Del Plata, Belgrano, Cooperativa, De las Madres, América y la AM 750 son algunas de ellas, a las que hay que sumar a algunos comunicadores que, desde otras radios, hacen gala de su fe kirchnerista, cuando no practican inflamados monólogos en los que adhieren con tono panfletario a la gestión del actual gobierno nacional y descalifican a los críticos de sus políticas.
Representantes del pujante pluriempleo, alimentado desde lo más alto del poder, se repiten los nombres de comunicadores afines al kirchnerismo que alternan sus presencias en distintos soportes y a quienes la radio suele cobijar en programas diarios de larga duración.
Cuando se analiza el nivel de audiencias, se observa que, en general, su convocatoria es más bien escasa, y tampoco han trascendido los resultados de un ambicioso censo realizado el año pasado por la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) para determinar en todo el país el número exacto de emisoras.
La Nacion ya ha dado cuenta de que se quiere limitar la potencia de las radios más importantes y reordenar el dial para duplicar el número de frecuencias en la amplitud modulada en futuros concursos. La avidez oficial por recortar la influencia de los medios ya existentes pretende arrebatarles el favor del público. Sin embargo, sigue siendo muy fuerte la concentración voluntaria del público en Radio 10, Mitre y Continental porque la militancia radial no cubre las apetencias básicas de un público exigente, que desconfía de aquélla, y que prefiere abrevar en ondas con más ostensible rigor profesional..
Fuente: La Nación, Argentina
No hay comentarios:
Publicar un comentario