miércoles, 25 de junio de 2008

La radio centró los debates del evento Voces cruzadas Convocado por la Asociación Hermanos Saíz

SANCTI SPÍRITUS.— De la discusión y análisis en torno al audiovisual cubano hecho por jóvenes (o no) realizadores y estudiosos del mismo en todo el país, informa el evento Voces cruzadas que, convocado por la Asociación Hermanos Saíz, tuvo lugar por estos días aquí.

Resulta muy importante no solo participar, sino apoyar un encuentro teórico, científico como este, realmente único en su tipo, pues si bien, empezando por el Caracol, no faltan los foros que se ocupan de tan esenciales materias, como sabemos, pocos son los que tienen a los jóvenes como motor y guía.

Si bien los medios en general resultan el centro de los debates y ponencias en cuatro apretados días en que resultan cortas las sesiones para lo mucho e interesante que se trata en ellos, el que acaba de finalizar se ocupó, sobre todo, del que podemos considerar la cenicienta de ellos: la radio. Tamaña injusticia puede comenzar a repararse justo en estos encuentros, pues si es verdad como un templo que el pequeño aparato sonoro continúa siendo compañía fidedigna de muchos, no lo es menos que bien poco se escribe y reflexiona (al menos en voz alta) acerca de sus necesidades, deficiencias y posibilidades.

Partiendo de una conferencia de Carlos Figueroa, persona indispensable en la emisora aquí, Voces... discursó en las intervenciones de conferencistas, ponentes y participantes, acerca de la significación de la radio comunitaria; en tal sentido, las palabras de los realizadores Adrián Quintero (Villa Clara) o de Liliana Gómez Ramos (Las Tunas) —esta última «predicando con el ejemplo» al mostrar intensos y ejemplares reportajes sobre la prevención del VIH en su Radio Chaparras—, resultaron pruebas de lo útil y necesario de la radio no ya en provincia, sino en perímetros más reducidos como el municipio; el local Yoanki Rivero disertó con lucidez acerca de un tema siempre polémico: los límites entre lo popular y lo popularecho, mientras el holguinero Daniel Alejandro Benítez lo hizo sobre el trabajo de producción.

El locutor y realizador espirituano Gaspar Marrero Pérez lanzó una interrogante siempre motivadora: «¿Y qué hacemos con el reguetón?», a la vez que su coterráneo, el muy informado Ramón Luis Herrera centró sus inquietudes en torno a la realización de ficción en Cuba, y, como una muestra de lo lejos que llega el evento, una invitada foránea, procedente nada menos que de Japón (Mari Tanaka, de la Universidad Keio) reflexionó sobre prejuicios de comunicación en su motivadora ponencia Un problema de visión turística; de modo que los perfiles profesionales, territoriales, de género y también el modo en que las discriminaciones de todo tipo continúan incidiendo en la radio, gravitaron insistentemente en el evento.

Claro que no estuvo ausente la pequeña pantalla, sobre todo mediante las siempre útiles muestras que permiten tomar la temperatura de la realización juvenil en el interior; así, filmes de estudiantes del ISA en Holguín, o de la productora Luz Joven en Camagüey, a cargo de su productor Reynaldo P. Labrada, resultaron elocuentes.

Lástima que el transporte (talón de Aquiles) creara no solo dificultades para el traslado interno de los participantes, sino que impidió la llegada de otros cuyas ponencias y charlas resultaban ya motivadoras desde el programa de mano. De ese modo otros territorios no pudieron enviar valiosos intelectuales que propondrían reflexiones en torno a la TV, el machismo, lo informativo y el entretenimiento.

Para que la pantalla grande no estuviera del todo ausente tuvo lugar la extensión del Cine Club Diferente (SENESEX-ICAIC) que proyectó el filme Bent, y en las noches fue posible comprobar cómo la trova espirituana sigue «dando la hora», sobre todo en los casos de los dúos Aire y Madera, y Cofradía, cultores de una expresión donde el jazz, la disonancia y los aires contemporáneos se mezclan con la rica tradición local, como se sabe tan respetable.

Llovió mucho por aquí estos días, al punto de que la esperada sesión en la legendaria Trinidad no pudo ser, pero ni esto ni los aludidos desaguisados de los ómnibus (más de una vez los delegados tuvieron que trasladarse en carros de caballo generando también impuntualidades y alteraciones en los horarios de las sesiones) impidieron que estas voces se cruzaran una vez más para bien del enriquecedor debate, del análisis a fondo en torno a esos que, llenándonos de (in)satisfacciones y reservas, siguen siendo tan fieles compañeros, principalmente dentro del acto de justicia que significó en esta edición validar la radio y sus muchas potencialidades y utilidades en la vida cubana contemporánea.

Fuente: Juventud Rebelde, Cuba

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