domingo, 3 de julio de 2011

ARGENTINA: 3 de julio Día del locutor

Hay una voz en el micrófono

Así como el músico tiene su guitarra o el oficinista su computadora, hay quienes utilizan su voz como herramienta indispensable de trabajo. Son los locutores, quienes hoy celebran su día recordando la fundación de la Sociedad Argentina de Locutores (SAL), creada el 3 de julio de 1943.

Milka Durán (83), madre de la locución femenina en Mendoza -ausente en la foto-; Ariel Prado (48), locutor institucional y comercial de varias radios; Sergio Prol (37), conductor de “La noche de la Coope” y Virginia Rizzi (29) de “Espacio disponible”, al aire en 100.9, cuentan cómo es trabajar con la voz todos los días. Las experiencias, anécdotas y papelones que guardan cada uno de los micrófonos de estas dos generaciones de profesionales.

-¿Cómo fueron tus inicios en la locución?

Ariel: -Estudié teatro desde los 9 hasta los 21 años. Me encantaba ese mundo pero era malísimo como intérprete. Cuando terminé el servicio militar descubrí la radio. Me pareció una herramienta de comunicación fundamental, mágica, porque me permitía una gran conexión con la gente. Jorge Sosa y Rodolfo Ricolfe me abrieron las puertas para ingresar a formarme como locutor.

No había universidad. Aprendías al lado de los maestros y, si te daban las condiciones, los mismos colegas te habilitaban para ir a rendir a Buenos Aires y obtener el carnet de locutor. En 1985 empecé en Radio Nihuil.

Sergio: -Desde chico me llamaba la atención la gente que tenía buena voz. Trataba de imitar a grandes presentadores porque quería ser como ellos. A los 10 años me regalaron un grabador con casete y ahí empecé a jugar.

Cuando íbamos en el auto mi viejo leía los carteles de publicidad y se hacía el que modulaba como los locutores que a mí me gustaban. Por esas casualidades de la vida me cambié a un departamento que estaba cerca de Radio 2. Fui a conocerla y ahí se potenció todo eso que me gustaba desde niño. En 1992 hice mi primer programa.

Virginia: -A los 18 empecé a estudiar en la UNCuyo. Hay una materia llamada Lingüística que no me gustaba para nada. No la estudié y me puse a armar un programita de radio con mis amigas. Llamamos a FM Brava, me atendió Javier Moschela y me dijo que nos juntáramos para mostrarle lo que teníamos.

Empezamos a trabajar en Radio Americana, tenía una señal robada y funcionaba en un garaje. Eso fue en 2000. Después entré a Radio Brava mediante un casting y ahí se empezaron a dar las cosas.

Milka: -Un día pasaba por Radio Aconcagua -actual Radio Nacional- y me paré porque alguien me dijo que si respondías bien dos preguntas de cine te regalaban leche y café. Éramos una familia humilde y lo necesitábamos. Contesté bien, gané y volví al domingo siguiente.

Me pidieron que leyera un texto a primera vista, tenía 11 años pero lo hice muy bien y me quedé para remplazar a una locutora que estaba enferma. Salí al aire con Carlos del Moral en el programa “Estrellitas Landi”. Luego el jefe me dijo que me querían nombrar locutora de la radio. Así fue, empecé con un sueldo de $ 47 por quincena, igual que cualquier profesional de aquella época.

-¿Qué condiciones tiene que reunir una persona para ser locutor?

Sergio: -Creo que tiene que gustarte desde siempre. Eso es lo más importante en cualquier trabajo. Para ser locutor no necesariamente tenés que tener una voz excelente como la que tiene el señor Prado. Lo más importante es que te guste de corazón. Eso de sentir la necesidad de que cada vez que ves un micrófono querés agarrarlo y hablar vos, es una sensación inexplicable. 

Virginia: -Coincido con Sergio. Además hace falta animarse. Estoy dando clases de locución en la Maza y hay mucha gente que aunque le gusta no se anima porque tiene miedo. Es una profesión en la que uno tiene que hacerse su caminito.

“El cementerio está lleno de imprescindibles” me dijo un jefe de FM Brava hace mucho tiempo y es cierto. Si uno va y busca lo que quiere hacer, funciona. Hay que buscarlo de pendejo. Es la manera de que se te vaya yendo el miedo.

Ariel: -A las ganas y al animarse sumaría un elemento que a mí me signó en la elección de la carrera y creo que se traslada a todos los ámbitos de la vida; la pasión. A la persona que se sienta frente a un micrófono, haga la labor que haga en locución, siempre le tiene que correr ese frío por la espalda y disfrutar de lo que hace.

Milka: -Tiene que tener buena voz, leer a primera vista, ser auténtico -no se debe engañar al oyente-, ser dúctil, saber improvisar e inclusive cantar, si hace falta. Yo canté tangos.

-Se dice que la radio tiene una magia que no existe en la tele, ¿qué pensás al respecto?

Ariel: -La radio tuvo muchos certificados de defunción firmados para ser entregados y sin embargo prevaleció. La primera gran piña fue cuando apareció la televisión. Decían: “Se terminó la radio”. Después sobrevivió a los cambios tecnológicos.

Se habla de la magia por el feedback, la rapidez del ir y venir a través de un escenario no tan virtual como la informática ni tan creado como la televisión y que apela a la imaginación. Por eso creo que va a seguir siendo el medio por excelencia de comunicación. Es el teatro de la mente.

Sergio: -En cierta manera esa magia se va perdiendo un poco por el avance tecnológico. Antes las personas no podían acceder a conocer la radio si no se paraban en la puerta, golpeaban, entraban y veían la cara del locutor.

Ahora con todo esto de las redes sociales y la tecnología se va desnudando un poco esa parte de la magia. Es casi imposible que no vean tus fotos en Facebook, por ejemplo.

Virginia: - Es cierto lo que dicen pero pienso que, a su vez, el que elige escuchar radio más allá de que ya sabe quién sos, cómo te ves y qué pensás, se presta al juego que vos proponés como conductor. Sigue teniendo esta magia. 

Milka: -No ha cambiado demasiado con los años porque la magia de la radio hace que el oyente te compre lo que le estás vendiendo. Todo lo que hay en televisión ya se ha hecho en radio, no hay nada nuevo.

-Cuando hacen un programa de radio, ¿cómo notan si funciona o no con la audiencia?

Virginia: -Por la respuesta del que te está escuchando. Por ejemplo, la semana pasada un chico me escribió diciendo que había matado sin querer al hámster de su novia. Ella llegaba ese día y él no sabía qué hacer. En 30 minutos conseguimos 5 hámsters. Eso es lo que a uno lo pone contento. Lo que vale es la respuesta que podés obtener del otro.

-Algún papelón o metida de pata al aire que recuerdes…

Ariel: -¡Yo soy el campeón del furcio! Había empezado en radio hacía 2 años, estaba de turno en Nihuil un sábado en la mañana. Era un  programa de dos horas con boletines, música y pronóstico del tiempo.

De pronto se abre la puerta del estudio y entra un señor morochito, no muy alto y con una voz de ésas que uno jamás pensaba que iba a escuchar en vivo y en directo.Era Hugo Guerrero Martinheitz, un locutor peruano excepcional. Pidió permiso, se sentó y me dijo al aire: “Bueno, vamos a charlar un poco”. Hizo un fantástico programa pero durante los 50 minutos que estuvo sentado yo no pude pronunciar más que monosílabos. ¡Me hubiera gustado salir corriendo!

Sergio: -Mi primer programa iba a durar 8 horas. Era la primera vez que iba a salir en vivo. Estaba muy nervioso así que mi mamá me dio una pastillita para calmar los nervios. Arranqué las tres primeras horas con mucha pila y los nervios se fueron pasando pero después se me empezó a trabar la lengua, no podía modular y me enredaba. Tuvimos que cortar el programa a las 6 horas. 

Virginia: -Había un segmento en el programa que se llamaba “El sacudón de la noche”. Consistía en poner un tema bien pila a las 23, a modo de despertador. Llamábamos por teléfono a cualquier número de la guía, personas que era muy posible que no nos estuvieran escuchando.

Mi productora eligió un nombre en la guía: Nilda. La señora me atendió, tenía 85 años, no le dije que la llamaba de la radio, creé un personaje y le aseguré que me debía plata. Nilda se puso a llorar porque venía del velatorio de una amiga. Fue realmente tremendo. No me quedó otra que cortar el teléfono.

Milka: -Tuve dos furcios. Cuando paso el aviso digo: “Casa Monforte tiene esta oferta para usted señora, puede aprovechar pulóveres a $ 19,90 y son de puta lana”, en lugar de decir pura. El otro: antes los bazares vendían una cosita llamada batería.

Era un trípode de metal con varios ganchitos donde ponían sartenes, ollas, y dije: “Una batería de aluminio para los novios: $ 29,90 el metro”. Claro que eso no se vendía por metro. Ángeles L. Acosta - Especial para Estilo
Fuente: Los Andes, Argentina 

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