jueves, 13 de octubre de 2011

ESPAÑA: Sobre el conflicto LFP-radios

Desde que ha empezado la temporada, corren ríos de tinta sobre el canon que pretende cobrar la LFP a las diferentes emisoras de radio para que puedan retransmitir los diferentes partidos en cada jornada de Liga. De todos es sabido que desde principios de temporada todos los clubes de Primera –a excepción del Sevilla, que va por libre- han impedido el paso a las cabinas a los locutores de las diferentes cadenas, que por su parte han utilizado las correspondientes argucias para seguir desempeñando su labor: o bien desde una localidad cualquiera del estadio, o bien desde los correspondientes estudios de radio.

La última noticia sobre este asunto saltó hace un par de días, cuando la Liga Profesional pidió a las cadenas de televisión que cortasen la señal a los estudios de las cadenas mayoritarias. Una medida, por cierto, fronteriza entre el pataleo y la mera estupidez, que muestra una vez más la talla intelectual de los máximos dirigentes del fútbol español.

Sin embargo, el asunto de los derechos de retransmisión no es estúpido, sino que resulta muy complejo y, sobre todo, opinable. No puede haber un dogma sobre dónde empieza ni acaba el derecho a la información, y por tanto ni unos ni otros pueden arrogarse en un asunto como éste eso tan deseado que es “tener la razón”. El argumento principal de la LFP es que alguien está obteniendo dinero de un espectáculo que organizan ellos, y que lo lógico es recibir su parte del pastel. Las radios, por su parte, esgrimen que toda la vida se han retransmitido gratis los partidos, que ellos también hacen publicidad del fútbol, y que lo que venden no es algo intrínseco al espectáculo, como las imágenes, sino la visión subjetiva del mismo que ofrece un empleado suyo.

En realidad, ambas partes invocan argumentos más o menos razonables para defender su tesis. Sin embargo, parece difícil no estar de acuerdo con el hecho de que si alguien organiza un partido tenga potestad para fijar una cantidad de dinero a cualquiera que quiera acceder al recinto para disfrutar de él o para hacer dinero partir de lo que en él ocurre. Por ello, no parece irrazonable que se cobre una cierta cantidad a las cadenas que van a lucrarse a partir del espectáculo, y a cuyos locutores se les facilitan los medios para realizar su trabajo.

Desde este punto de vista, igualmente, se hace difícil criticar a las radios por transmitir desde el estudio, por cuanto que lo hacen a través de una señal que han pagado. El razonamiento de la gratuidad consuetudinaria no se sostiene –las cosas son gratis hasta que generan el suficiente interés para dejar de serlo-, es difícil creer que la publicidad del fútbol que genera la radio dé lugar a unos beneficios para los clubes lejanamente cercanos a los que reciben las propias emisoras por los anuncios, y el hecho de la retransmisión subjetiva no choca con la forma de pensar aquí expuesta, por cuanto se cobra por la entrada al estadio; una vez dentro, lo lógico es que la persona pueda contar lo que quiera, sea a una emisora, a un amigo o a su madre. Por otra parte, el derecho a la información puede ser garantizado de muchas maneras que no implican la retransmisión íntegra del partido. Así, nuestra conclusión es que la venta de los derechos de radio tiene sentido, y de hecho se ejerce, por ejemplo, en Reino Unido.

Quede claro que el párrafo anterior expresa la opinión del arriba firmante basándose en su propio razonamiento de lo que le parece justo. Otra cosa es lo legal, que al fin y al cabo es la expresión de lo que le parece justo al legislador. Por supuesto, puede que los jueces dictaminen que el derecho a la información implica la retransmisión íntegra, que las radios no puedan emitir a partir de las imágenes de televisión, o que el canon que fije la Liga, en su caso, no sea apropiado.

Todo ello es posible, porque, como se ha dicho, en este asunto todo va a depender del razonamiento a partir del que finalmente se consensúe (o se decida) como práctica habitual. Y en cualquier caso, tampoco hay que perder de vista aquienes afirman que lo de las radios es una simple cortina de humo lanzada por los clubes, cuyo auténtico objetivo es la supresión del partido en abierto. Si es así, lo sabremos en próximas fechas.

Fuente: Diario de Futbol

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