viernes, 25 de marzo de 2011

COLOMBIA: Día del Locutor

Dejamos para hoy apartes de una nota escrita por el periodista Óscar Domínguez con motivo del día del Locutor profesional colombiano. ¿Saben por qué? Porque hoy no hay en la radio locutores como ayer. Voces noticiosas que nacieron con el sol y con la lluvia y que fueron artistas del micrófono, radio actores, grandes declamadores.

Hoy abundan otro tipo de animadores radiales, algunos graciosos, pero no se escucha como  ayer a aquellos que andaban por la radio, parejo con la inteligencia. Juan Caballero, Eduardo Aponte, Juan Harvey Caicedo, Eucario Bermúdez, Fabio Becerra Ruiz,Hernán Castrillón, Chela del Río, Fernando Gutiérrez Riaño, Otto Greiffestein Gaviria, Jaime Arturo Guerra Madrigal, Alberto Piedrahíta, Sofía Morales, Armando Moncada, Carlos Arturo Rueda, Jaime Olaya, Samuel Ospina y muchos más, verdaderos señores locutores de la radio. No hay locutores de noticias. Los periodistas de radio llenaron los espacios del locutor y la locución radial de ahora es otro cuento.

Dice Domínguez: “Los locutores no están hechos de carne y hueso si no de kilociclos o kilovatios-hora”.
En lugar de corazón o de manzana de Adán, tienen un micrófono incorporado a manera de logotipo. El micrófono es el pretexto que tienen para penetrar en la intimidad de las casas y narrarnos lo que sucede en la desvirolada aldea.

Sacan pecho cuando abren el evangelio de Juan (Jn. 1,1) y leen: “En el principio era el Verbo”. Asumen que les están haciendo el homenaje de reconocerles que están vigentes desde siempre.

Contaba Jim Morrison: “El abuelo decía que los lakotas se hacían esta pregunta: “¿Qué les pasa a las historias si nadie las cuenta?”. Los locutores fueron hechos para que las historias de todos los pelambres no se queden en el olvido que es el alzheimer del tiempo.

No pude saber qué tienen en común los locutores y santa Catalina, la santa que preside el 24 de marzo, su día clásico desde hace 50 años cuando se creó la Asociación que los agrupa, la ACL.
Con las lecturas que hicieron en vida construyeron el camino entre esta vida mortal y la eterna.

De niño escuchaba radio en onda corta en un Zenith Transoceanic que sobrevivió a los discursos nazis y a las bombas de la Segunda Guerra Mundial. No sabía qué decían en sus lenguas para mí hostiles, deliciosamente misteriosas.

¿Cómo así que el mundo funcionaba también con gente que no hablaba este idioma que amo “como lengua mortal decir no pudo”? “Sorpresas te da la vida...”, diría ese locutor con orquesta que es Rubén Blades.

También me preguntaba qué horas y por donde se metían los locutores a los aparatos de radio.
El trío Matamoros le puso música a esa inquietud de infancia en alguna de sus canciones: “Mamá yo quiero saber ¿de dónde son los cantantes?”. Yo hacía la misma pregunta... pero con los locutores.

Los locutores caminan como hablan, como pronuncian las palabras. “Esa tiene que ser Gloria Valencia o su hija Pilar, Pacheco, Judith Sarmiento, Magda Egas, Bernardo Hoyos, Nacho Ramírez, el lejano Hugo Alberto Muncker, alguno de los Sánchez Cristo, la Tata Uribe, o la Gurisatti, Niño Mendoza, Beeeecerra Ruiz, Piedrahíta Pacheco...”, vamos diciendo.

Los locutores, sobre todo los de radio, disfrutan de ese obligado anonimato que consiste en contar historias sin dar la cara. Asumen, con Freud, que la inmortalidad significa ser amado por mucha gente anónima: quienes los escuchamos. O escuchamos y vemos, gracias a la imagen.

Agradecidos muy, muy agradecidos por la compañía porque llegamos a casa y de una prendemos la radio o el televisor: se acabó la soledad.

Así como los perros fieles terminan por parecerse a sus amos —como el perrito de la Víctor—, los oyentes-televidentes terminamos pareciéndonos a nuestros locutores preferidos. Dios guarde a estas privilegiadas gargantas profundas en cuyas voces jamás se oculta el sol”.

Fuente: Crónica del Quindio, Colombia

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