domingo, 20 de abril de 2008

Se acabó el desparpajo


Los locutores defienden sus posiciones sobre la irreverencia

DUBRASKA FALCÓN

En este tema parece que nadie quiere ponerse de acuerdo. Unos cuantos son capaces de escucharla durante todo un día sin molestarse. Otros, la recorren y la recorren hasta que se cansan de tanta banalidad y prefieren apagarla. Varios son los que se quedan enganchados por el simple hecho de conocer a la persona que le está hablando. Pero otros más ya ni la encienden: encuentran más de lo mismo. Lo cierto es que la radio venezolana uniformó a la irreverencia que se hizo famosa en los años 90. La convirtió en un lugar común donde todos querían estar. La uniformó de fórmulas viejas, de copias, de contenido. La uniformó con un traje de irreverencia que no tiene ni el rastro de aquella que puso de moda Eli Bravo.

La diferenciación se agotó y consiguió tambalear a la irreverencia con inteligencia. A ella se le puede ver con poca frecuencia dentro de las cabinas, pues la línea delgada que la separa de lo vulgar o chabacano es cruzada muchas veces por los locutores.

"Los medios no están en un buen momento por la Ley. Y la radio está ahora pagando el precio de su crecimiento, pues se ha ramificado mucho y se ha convertido en un negocio en donde ahora hay más que perder", sostiene Ramón Pasquier.

La Real Academia Española definió a la irreverencia como la falta de reverencia, es decir la falta de respeto o veneración que se le tiene a otra persona. "La irreverencia ya pasó. Ya no podemos ser malos por el simple hecho de serlos. Ya es muy raro que te sorprenda algo cuando enciendes la radio, porque todo el mundo quiere ser rata. No le puedes venir con el mismo formato a la nueva generación que se está levantando", explica Sandra Villanueva.

Esa es una de las razones por las que a Pasquier le es muy difícil decir qué programas le gustan y cuáles no. "Estamos haciendo una radio opinativa, que dice lo que piensa. El entretenimiento que te brinda se trata de lo qué pasó ayer. Se ha perdido esa diferenciación. ¡Hemos uniformado a la radio! Además la democratización del medio influyó muchísimo. Ahora todo el mundo quiere hacer radio, porque cree que la publicidad los va a llevar a ser millonarios. No. La gente que le gusta hacer radio la hace porque quiere".

¡La creatividad parece haberse esfumado! Son muchos programas los que repiten y repiten una y otra vez la misma fórmula para atraer más público. Al hablar de este tema Karla Tofano suele soltar una risa y respirar profundo. Ella tiene su posición bien definida: "Tengo una postura muy particular con este tema: cuando la gente tiene la intención de ser irreverente, simplemente no consigue hacerlo. Mientras más te esfuerzas más clichés logras. No es necesario hacer copias. ¡Jugar al tremendismo no te asegura la irreverencia!".

Tofano insiste que el locutor debe borrar de su guión la parte donde le toca interrumpir constantemente al invitado, hacerlo quedar mal frente a los escuchas con un chiste negro o jugarle una broma pesada. "Eso no los hace irreverentes", apunta.

La irreverencia que arrancó con la emisora 92.9 le abrió las puertas a muchas de las voces que hoy se escuchan por otras frecuencias.

Entre ellas se encuentran Luis Chataing, Mariela Celis, Ramón Castro y Henrique Lazo. Para ellos continúa al aire la irreverencia. Pero ahora con gente muy inteligente, que se ajusta a los parámetros nuevos de regulación.

"¡Hablas con alguien que tiene un programa irreverente! Hay gente que hace simples programas. Pero uno es irreverente de caja. Si quieres escuchar un programa irreverente solamente tienes que escuchar el mío. ¡Eso si es irreverencia! Iván Mata, Erika De La Vega y yo lo hacemos muy bien y tenemos el mayor rating de sintonía. Solamente escúchalo y después hablamos", dijo Henrique Lazo antes de cortar la comunicación.

Mariela Celis no hace mea culpa. Ella sí sigue haciendo radio irreverente pero light. Incluso, insiste mucho en el hecho de que los programas de radio los están haciendo gente muy creativa y honesta como la Megaestación. Para muestra, un botón: el trío que conforman De La Vega, Mata y Lazo es la mejor prueba de inteligencia irreverente.

"Ellos simplemente son maravillosos. Los tres hacen una radio muy inteligente, con un humor muy característico".

Incluso defendió el "reto zuas" que hacen tanto el programa A la cuenta de tres como en De nuevo en la mañana por la Megaestación. "Es una tradición. Yo lo hice cuando Erika estaba de viaje y la gente lo pide muchísimo".

Pero hay veces en las que Luis Chataing no se levanta con ánimos de hacer el "reto zuas". Esa sensación le tiene que nacer. "¿Si hacemos irreverencia? No lo sé. Nosotros combinamos humor con realidad y entretenimiento. Si lo estamos haciendo bien o no ya eso es decisión de quien nos escucha. Lo importante es no perder la manera y el norte de la renovación. Sentarse a producir cosas nuevas, pues todo tiende a perderse si no se cultiva".

Él no escucha otros programas de radio. No le da tiempo. Por eso no se atreve a calificar el estado de las ondas hertzianas para estos momentos. Pero eso sí, no mira con malos ojos el hecho de que ahora el locutor se siente frente a un micrófono a contar anécdotas de su vida privada. "Es necesario que se personalice el programa. A mí me ha resultado esa fórmula entrañable. Así se rompen las distancias. Nos hace seres humanos. Seres comunes y corrientes", apunta Chataing.

Nada está escrito aún. La radio simplemente está buscando un nuevo norte. Así lo cree Sandra Villanueva. "Ahora estamos buscando una pócima creativa para hacer radio. Ya la irreverencia pasó. Y no tenemos otra alternativa. Las fórmulas se agotaron de usarlas tanto", dice.

Al creador de la irreverencia en la radio venezolana, Eli Bravo, no le es fácil opinar sobre el tema. Pero si está claro en cuál es la radio que debe hacerse: "Los valores de producción deben estar siempre en primera fila. Radio producida, creativa, que estimule al oyente y donde la improvisación sea el mínimo. Hacer radio no es hablar al aire. Requiere concepto editorial, investigación, esfuerzo de producción y respeto al oyente. La personalidad al aire no debe opacar el contenido, y el oyente debe sacar algún provecho del tiempo que dedica al programa", remata.

Fuente: El Universal

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